miércoles, 6 de marzo de 2013

Diario de ruta



No había publicado estas notas en el blog. Corresponden a la 3a Muestra y mis apreciaciones sobre este viaje por la línea. A fin del 2011 lo publiqué en www.vadenuevo.com.uy pero no lo había colgado aquí. 
Con retraso, pero como si lo hubiese escrito hoy, lo comparto.


DE BELLA UNIÓN AL CHUY
Diario de ruta
La frontera uruguaya con el Brasil en un recorrido de sus ciudades y sus parajes, sus tradiciones y sus cambios, para presentar una colección de documentales sobre esa misma realidad.

En el ómnibus otra vez: hace ocho días que estoy recorriendo la frontera con Brasil. Llevo la 3ª Muestra de Documentales en la Frontera: Bella Unión, Artigas, Rivera, Aceguá, Río Branco y Chuy. Un mes fuera de casa. Quince documentales sobre el Interior, todos buenos y profesionales.
Artigas, Bella Unión. Las primera impresión es que hay poca gente: muchos pobres, algunos estancieros y población MIDES. Nadie paga IRPF por aquí. Debe estar preocupado el Director de Rentas, se preguntará por qué esta gente gana tan poco. En el pasado, los partidos tradicionales creaban los impuestos para que nos pudieran alcanzar a todos, creyendo que eso construye un país más democrático.
Va poca gente, no hay costumbre de ir al cine. Un encuentro para algunas personas difíciles de ubicar en cada ciudad. Son bichos raros que pretenden conocer y aprender más. Leen libros, usan Internet y quieren hacer teatro o talleres literarios, cosas raras en estos lugares. Se encuentran con la mirada, manejan códigos por fuera de los míos: veo apenas un saludo levantando la cabeza como queriendo ver más lejos, como llamando al mozo en un bar. Hace unos días, a medianoche, en Rivera, Tomás de Mattos me pasaba un montón de información sobre el funcionamiento de los frigoríficos, particularmente el de Tacuarembó. ¡Qué poco sabemos del negocio de la carne en el país de la vaca!
Ni en Rivera, ni en Artigas, ni en Bella Unión hay una sola librería, solo bibliotecas. En Rivera no hay cine pero sí en Livramento. En Bella Unión hay uno. Artigas no tiene cine.
El recepcionista del hotel no quiere irse de Artigas porque un sueldo de 26.000 pesos en Montevideo no le da para vivir, pero como en Artigas cobra 8.000 y después va a atender su provisión hasta las 11 de la noche, vive mejor en Artigas. Probó suerte en Europa en el año 2000. Uno se olvida de cuando Uruguay era exportador de gente; hoy vuelven 350 uruguayos por mes y parece que no es importante.
Sigo en ruta. Mucho campo y vaquitas, que ya hace tiempo son ajenas, tan ajenas que ni uruguayas son. Y se preocupan algunos de que les crean un impuesto abusivo que no es más que un impuesto muy pequeño, disfrazado de aporte a las rutas nacionales, para no herir la sensibilidad del electorado.
La Ruta 30, que une Artigas con Bella Unión, está peor que las calles de la Costa de Oro. Por momentos viajamos a la inglesa, por el carril izquierdo que tiene menos pozos. La Intendenta Patricia Ayala, en un hecho sin precedentes, acaba de ofrecer al Ministerio de Transporte y Obras Públicas poner sus máquinas y trabajadores para mejorarla. El ministro aceptó sin vergüenza propia el aporte de una intendencia pobre.
Miro para afuera del ómnibus y veo la llanura del campo; miro para adentro del ómnibus y lo veo lleno de pobres de ciudad y algunos hombres de campo con sus mejores prendas. Una señora bien vestida, tal vez abogada, y yo somos los sapos de otro pozo.
Estoy conociendo lugares. En Rivera la "Bica", inagotable manantial de agua desde la época de la colonia; en Artigas el antiguo Mercado de Carnes; en Bella Unión veo alguna quema de caña y algún “peludo” en las afueras de la ciudad rumbo a la frontera con Barra do Quaraí. Camiones cargados hasta el tope con cañas que parecen un nido de cotorras, que apuntan para todos lados; Calagua, un free-shop, etc.
Bella Unión es muy tranquila y plana. La sacudió la celebración del centenario de Eliseo Salvador Porta, su médico y escritor, con presencia de Ministro y Directores y bautismo de su Liceo Nº 1.
Las casas son más o menos parecidas en todas las ciudades del Interior. Parecidas a las del barrio Palermo en Montevideo; por suerte mantienen las puertas abiertas. Los zaguanes, a la vista de la calle, parecen no estar preocupados por la seguridad como los informativos de la televisión montevideana. Y sin embargo, aunque los habitantes tienen siempre presente un afuera muy grande y atractivo en sus vistas, las casas limitan su vida en un interior contenido y privado como marcando territorios.
Salgo de Bella Unión. ¿Salgo? El ómnibus rompió la correa de distribución sin haber salido de la ciudad. Una hora parados en el taller… Cambio de planes: al Chuy iré en auto.
En las Rutas 5 y 3 se ven muchas plantaciones forestales. Los montevideanos vemos con agrado cómo crecen arbolitos, si hasta parece como si fuera algo ecológico. Tengo en cuenta los cambios de flora, fauna, agua del subsuelo, fertilizantes, productos químicos… ¿Y la gente? Lo cierto es que ese paisano que allí se quedó ya no cuenta con el vecino cuando precisa una mano para la yerra o para remendar el tractor. Además era su amigo, que había estudiado en la escuela rural con él. Me cuentan que el que vendió se fue a la capital departamental, pero como no sabe, apuesta a un comercio porque él no era de allí, porque no sabe del tema, porque la suerte le cambió. Encontró una nueva vista a la calle y una próxima nieta en algún otro pago. Queda en la puerta de su casa tomando mate de tarde y viendo cómo pasa la gente… Si puede los saluda.
Cuando voy por la ruta juego con los árboles. Cuando son parte de la forestación, si los veo perpendiculares a la ruta, son interminables caminos al horizonte; cuando los veo mirando hacia adelante se abren perfectas escuadras a 45 grados. Cuando son los eucaliptos al borde de la ruta y a una velocidad adecuada, los troncos pasan como en un dibujo animado al que le faltan algunos cuadros: saltan, son grises y vibran en mi vista.
Este es el interior de un país que crece planificando sobre la marcha. Sin hacer su ruta propia, marcando y aceptando un desarrollo veloz, mejorando desde su realidad subdesarrollada. Las empresas multinacionales tienen planes de estrategias propias y diseñadas por lo menos para los próximos 30 años. Creo que “el país de primera” deberá esperar un montón de tiempo. ¿Qué pensará esta gente? ¿Entenderá? ¿Esperará? Por ahora este viaje lo hago con un fuerte deseo de ir conociendo otro Uruguay.
Después del paso por Montevideo sigo mi viaje en auto al Chuy. Desde el auto ya no es igual el contacto con el medio. Llego al Chuy y me sorprende que en la línea internacional ya no hay puestos “ambulantes”. Me gusta poder ver de un lado a otro de los países. La frontera no es más que una línea imaginaria y la ciudad es una sola. Es invalorable que pases de un país al otro cruzando una calle, sin que te pidan documentos, puede ser en auto o a pie. Sin que por ello te traten como inmigrante. En todo caso serás un turista. Pienso en la frontera de Tijuana o los muros que dividen en tantos países y gozo de saber estar en Uruguay y Brasil. Pude jugar, de niño, a estar en los dos países al mismo tiempo, con un pie de cada lado.
Los comercios mandan. Veo un mural pintado en las afueras del liceo, que tiene un parecido con Torres Garcia. Uno de los cuadros tiene un dibujo de un free-shop. Como en Rivera, el comercio domina y marca la agenda. No vi un puesto callejero que venda chocolates Garoto.
A pesar de eso, mejora la participación de público. Es la primera vez que la muestra está en un cine. Existe el viejo cine de don Caetano Rotta, un señor comerciante del Chuy que quiso y tiene el cine, aunque ahora funciona como Casa de Cultura porque acá el negocio no marchó. Veo gente mejor vestida, clase media uruguaya y escucho menos portuñol. O es uruguayo o es brasilero. La costa turística tiene influencias económicas indudables.
Salgo hacia Rio Branco, carreteras de piso de tierra. Paso por balsa en La Charqueada, una maravilla. Pienso que mejor no hagan un puente, ni aquí ni en la Garzón; es muy lindo y hasta folklórico el cruce en balsa como parte del paisaje, sin camiones ni ómnibus. En Rio Branco se nota lo comercial. Me reúno con gente que me sorprende por su valor. Se dedican a la cultura: educación, música, conocimiento. Tratamos de hermanar hojas de ruta. La carretera que une Río Branco con el Balneario de La Laguna está llena de máquinas reparando y preparando la temporada; en tierra planas empiezan a serpentear las futuras plantaciones de arroz, ya aradas.
Paso por Melo y hablo con las radios del cine y su recuperación. En Aceguá, última parada, me siento en casa. Preparo la muestra y mi vuelta mientras un cordero asado y unas cervezas sirven de brindis de apertura, con uruguayos y brasileros, dos lados de un solo lugar: la sierra, los quileros y mi gente.