No había publicado estas notas en el blog. Corresponden a la 3a Muestra y mis apreciaciones sobre este viaje por la línea. A fin del 2011 lo publiqué en www.vadenuevo.com.uy pero no lo había colgado aquí.
Con retraso, pero como si lo hubiese escrito hoy, lo comparto.
DE
BELLA UNIÓN AL CHUY
Diario de ruta
La
frontera uruguaya con el Brasil en un recorrido de sus ciudades y sus parajes,
sus tradiciones y sus cambios, para presentar una colección de documentales
sobre esa misma realidad.
En el ómnibus otra vez: hace ocho días que estoy
recorriendo la frontera con Brasil. Llevo la 3ª Muestra de Documentales en
la Frontera:
Bella Unión, Artigas, Rivera, Aceguá, Río Branco y Chuy. Un mes fuera de casa. Quince
documentales sobre el Interior, todos buenos y profesionales.
Artigas, Bella Unión. Las primera impresión es que
hay poca gente: muchos pobres, algunos estancieros y población MIDES. Nadie
paga IRPF por aquí. Debe estar preocupado el Director de Rentas, se preguntará
por qué esta gente gana tan poco. En el pasado, los partidos tradicionales
creaban los impuestos para que nos pudieran alcanzar a todos, creyendo que eso
construye un país más democrático.
Va poca gente, no hay costumbre de ir al cine. Un
encuentro para algunas personas difíciles de ubicar en cada ciudad. Son bichos
raros que pretenden conocer y aprender más. Leen libros, usan Internet y
quieren hacer teatro o talleres literarios, cosas raras en estos lugares. Se
encuentran con la mirada, manejan códigos por fuera de los míos: veo apenas un
saludo levantando la cabeza como queriendo ver más lejos, como llamando al mozo
en un bar. Hace unos días, a medianoche, en Rivera, Tomás de Mattos me pasaba
un montón de información sobre el funcionamiento de los frigoríficos,
particularmente el de Tacuarembó. ¡Qué poco sabemos del negocio de la carne en
el país de la vaca!
Ni en Rivera, ni en Artigas, ni en Bella Unión hay
una sola librería, solo bibliotecas. En Rivera no hay cine pero sí en
Livramento. En Bella Unión hay uno. Artigas no tiene cine.
El recepcionista del hotel no quiere irse de Artigas
porque un sueldo de 26.000 pesos en Montevideo no le da para vivir, pero
como en Artigas cobra 8.000 y después va a atender su provisión hasta las 11 de
la noche, vive mejor en Artigas. Probó suerte en Europa en el año 2000. Uno se
olvida de cuando Uruguay era exportador de gente; hoy vuelven 350 uruguayos por
mes y parece que no es importante.
Sigo en ruta. Mucho campo y vaquitas, que ya hace
tiempo son ajenas, tan ajenas que ni uruguayas son. Y se preocupan algunos de
que les crean un impuesto abusivo que no es más que un impuesto muy pequeño,
disfrazado de aporte a las rutas nacionales, para no herir la sensibilidad del
electorado.
La Ruta 30, que une Artigas con Bella Unión, está
peor que las calles de la Costa
de Oro. Por momentos viajamos a la inglesa, por el carril izquierdo que tiene
menos pozos. La Intendenta
Patricia Ayala, en un hecho sin precedentes, acaba de ofrecer
al Ministerio de Transporte y Obras Públicas poner sus máquinas y trabajadores
para mejorarla. El ministro aceptó sin vergüenza propia el aporte de una intendencia
pobre.
Miro para afuera del ómnibus y veo la llanura del
campo; miro para adentro del ómnibus y lo veo lleno de pobres de ciudad y
algunos hombres de campo con sus mejores prendas. Una señora bien vestida, tal
vez abogada, y yo somos los sapos de otro pozo.
Estoy conociendo lugares. En Rivera la "Bica",
inagotable manantial de agua desde la época de la colonia; en Artigas el antiguo
Mercado de Carnes; en Bella Unión veo alguna quema de caña y algún “peludo” en
las afueras de la ciudad rumbo a la frontera con Barra do Quaraí. Camiones
cargados hasta el tope con cañas que parecen un nido de cotorras, que apuntan
para todos lados; Calagua, un free-shop, etc.
Bella Unión es muy tranquila y plana. La sacudió la
celebración del centenario de Eliseo Salvador Porta, su médico y escritor, con
presencia de Ministro y Directores y bautismo de su Liceo Nº 1.
Las casas son más o menos parecidas en todas las
ciudades del Interior. Parecidas a las del barrio Palermo en Montevideo; por
suerte mantienen las puertas abiertas. Los zaguanes, a la vista de la calle,
parecen no estar preocupados por la seguridad como los informativos de la
televisión montevideana. Y sin embargo, aunque los habitantes tienen siempre
presente un afuera muy grande y atractivo en sus vistas, las casas limitan su
vida en un interior contenido y privado como marcando territorios.
Salgo de Bella Unión. ¿Salgo? El ómnibus rompió la
correa de distribución sin haber salido de la ciudad. Una hora parados en el
taller… Cambio de planes: al Chuy iré en auto.
En las Rutas 5 y 3 se ven muchas plantaciones
forestales. Los montevideanos vemos con agrado cómo crecen arbolitos, si hasta
parece como si fuera algo ecológico. Tengo en cuenta los cambios de flora,
fauna, agua del subsuelo, fertilizantes, productos químicos… ¿Y la gente? Lo
cierto es que ese paisano que allí se quedó ya no cuenta con el vecino cuando
precisa una mano para la yerra o para remendar el tractor. Además era su amigo,
que había estudiado en la escuela rural con él. Me cuentan que el que vendió se
fue a la capital departamental, pero como no sabe, apuesta a un comercio porque
él no era de allí, porque no sabe del tema, porque la suerte le cambió.
Encontró una nueva vista a la calle y una próxima nieta en algún otro pago.
Queda en la puerta de su casa tomando mate de tarde y viendo cómo pasa la
gente… Si puede los saluda.
Cuando voy por la ruta juego con los árboles. Cuando
son parte de la forestación, si los veo perpendiculares a la ruta, son interminables
caminos al horizonte; cuando los veo mirando hacia adelante se abren perfectas
escuadras a 45 grados. Cuando son los eucaliptos al borde de la ruta y a una
velocidad adecuada, los troncos pasan como en un dibujo animado al que le
faltan algunos cuadros: saltan, son grises y vibran en mi vista.
Este es el interior de un país que crece planificando
sobre la marcha. Sin hacer su ruta propia, marcando y aceptando un desarrollo
veloz, mejorando desde su realidad subdesarrollada. Las empresas
multinacionales tienen planes de estrategias propias y diseñadas por lo menos
para los próximos 30 años. Creo que “el país de primera” deberá esperar un
montón de tiempo. ¿Qué pensará esta gente? ¿Entenderá? ¿Esperará? Por ahora
este viaje lo hago con un fuerte deseo de ir conociendo otro Uruguay.
Después del paso por Montevideo sigo mi viaje en auto
al Chuy. Desde el auto ya no es igual el contacto con el medio. Llego al Chuy y
me sorprende que en la línea internacional ya no hay puestos “ambulantes”. Me
gusta poder ver de un lado a otro de los países. La frontera no es más que una
línea imaginaria y la ciudad es una sola. Es invalorable que pases de un país
al otro cruzando una calle, sin que te pidan documentos, puede ser en auto o a
pie. Sin que por ello te traten como inmigrante. En todo caso serás un turista.
Pienso en la frontera de Tijuana o los muros que dividen en tantos países y
gozo de saber estar en Uruguay y Brasil. Pude jugar, de niño, a estar en los
dos países al mismo tiempo, con un pie de cada lado.
Los comercios mandan. Veo un mural pintado en las
afueras del liceo, que tiene un parecido con Torres Garcia. Uno de los cuadros
tiene un dibujo de un free-shop. Como en Rivera, el comercio domina y marca la
agenda. No vi un puesto callejero que venda chocolates Garoto.
A pesar de eso, mejora la participación de público.
Es la primera vez que la muestra está en un cine. Existe el viejo cine de don Caetano
Rotta, un señor comerciante del Chuy que quiso y tiene el cine, aunque ahora
funciona como Casa de Cultura porque acá el negocio no marchó. Veo gente mejor
vestida, clase media uruguaya y escucho menos portuñol. O es uruguayo o es
brasilero. La costa turística tiene influencias económicas indudables.
Salgo hacia Rio Branco, carreteras de piso de tierra.
Paso por balsa en La Charqueada, una maravilla. Pienso que mejor no hagan
un puente, ni aquí ni en la
Garzón; es muy lindo y hasta folklórico el cruce en balsa como
parte del paisaje, sin camiones ni ómnibus. En Rio Branco se nota lo comercial.
Me reúno con gente que me sorprende por su valor. Se dedican a la cultura:
educación, música, conocimiento. Tratamos de hermanar hojas de ruta. La carretera
que une Río Branco con el Balneario de La Laguna está llena de máquinas reparando y
preparando la temporada; en tierra planas empiezan a serpentear las futuras
plantaciones de arroz, ya aradas.
Paso por Melo y hablo con las radios del cine y su
recuperación. En Aceguá, última parada, me siento en casa. Preparo la muestra y
mi vuelta mientras un cordero asado y unas cervezas sirven de brindis de
apertura, con uruguayos y brasileros, dos lados de un solo lugar: la sierra,
los quileros y mi gente.